martes, junio 27, 2006

La ¿necesidad? de "percatarse"

La primera lección de psicología no la recibí en la carrera. La recibí mucho antes. Como los grandes momentos, se quedó en mí a fuerza de no parecer un momento especialmente importante.

Recuerdo un libro mal empastado que hizo las veces de "libro de clases" para el ramo de psicología, en 3º medio. Empezaba bastante mamón, estableciendo la diferencia entre animales y el ser humano. Lo típico. Bueno, lo didáctico es lo que me llamó la atención. Decía que las plantas, sencillamente, viven: reaccionan frente al ambiente en una forma casi pasiva, con un grado de interacción bastante bajo. Los animales, por su parte, estaban un paso más allá. A pesar de no tener pensamiento, así, en la forma en que los seres humanos nos planteamos el concepto, tenían un grado mayor de conciencia. Se dan cuenta. Y por último, los sobrevalorados, vanagloriados y nunca bien ponderados homo sapiens, que llevaban la conciencia un paso más allá aún, al tener una noción de lo que es la conciencia. Se dan cuenta de que se dan cuenta.

Pero a veces no es tan así. Mejor dicho, no es así en todos los casos. Me he topado con toda clase de especímenes, y no todos tienen esa cualidad de darse cuenta de que se dan cuenta. Hagamos un caso. Homo basicus se levanta en la mañana, apaga de un mangazo el despertador, se mira al espejo y ríe al ver la cara de sueño. Luego de la rutina matinal, se entretiene mirando cómo sale el vapor del huevo revuelto que adorna su tostada y comparándola con el vapor que hace lo mismo pero desde la taza de café. Mira la gente caminando por la calle mientras transita por la gran capital rumbo a su trabajo. Pasa ocho horas (tiradito pa' nueve, estamos en Latinoamérica) produciendo para el país de Michelle, interrumpidas por una hora de almuerzo en la que echa la talla entre masticada y masticada con unos cuantos compañeros de trabajo y (si tiene suerte) una que otra compañera de trabajo que puta-que-está-rica pero igual mejor dejarlo así.

Y esa es la mitad más fácil.

Nuevo pique en micro, esta vez homo basicus se entretiene con un payaso en la micro que, como pocos, suelta un par de chistes genuinamente graciosos. Llega al depto, y calienta la comida en el microondas, mientras mira los números del panel cambiar hasta llegar a cero. Se sienta a comer, mientras prende la tele, en el cable están dando E.T., justo en el momento en que el mono de goma levanta el dedo y dice "e-té, teléfono, mi casa". Homo basicus se caga de la risa, puta el mono huevón. Puede volar con un pendejo, manta y bicibleta y no va a poder volar hasta su casa, cambia el canal. Se acuesta y apaga la luz. Mira la luz blanquecina que entra por la ventana durante quince minutos, hasta que se queda dormido.

Conozco bastante gente que vive así. Yo, por lo menos, saco alguna conclusión pseudo-bloguera en cada uno de los puntos seguidos de este relato. Me llama la atención la inmensa diferencia. Y más de alguna vez me he preguntado qué es mejor. Una vez una amiga (que hoy en día está bastante lejos a pesar de vivir cerca) me dijo "ustedes que producen tanto", y se me quedó grabado. Se refería a los artistas.

¿Será nuestra función? ¿Hacer que el relato tenga más páginas, que un pan con huevo tenga significado, que una simple cortina blanca sea "la luz blanquecina que entra por la ventana"?

No me pesquen mucho. Esta es sólo un botón más de otro intercambio de frases que alguna vez escuché; un tipo que estudiaba ingeniería y menospreciaba a quienes estudiaban psicología porque nos encontraba rollentos. El tipo dijo algo así como "y ahí están ustedes, escuchando rollos ajenos por unas míseras chauchas", y el otro le contesta "y ahí están ustedes, creyéndose los dueños del mundo hasta que jubilan, caen en depresión y se convierten en nuestros mejores clientes". Cada uno tiene su propósito. Desde Homo basicus hasta el volado que cree que el poeta es un pequeño dios.

Pastelero a tus pasteles, decía la Violeta. Toda la razón.

martes, junio 13, 2006

En la cola, antes de cambiar mi cheque

Lo más irritante de la existencia es que su naturaleza es opuesta a la naturaleza del deseo.

Y más irritante aún resulta darse cuenta de que ésa es precisamente la gracia.

Diablos.