lunes, septiembre 18, 2006

¿Qué brindas cuando brindas?


Y así con el 18. El orador de turno haciendo retumbar el discurso de turno en el salón de turno, mientras los comensales de turno hacen como que escuchan, y el orador hace como que lo están escuchando. Que la independencia, que la fecha histórica, que los próceres de la patria, mientras cuatro filas más atrás el discurso que realmente ocurre es el de

-entonces lo dejamos en tres lucas por cabeza y cada uno lleva su ensalada po'; hay que comprar posta negra
-qué, querí' hacer bistec?

-no po' wn', pa'l asado, esa carne es rica

y suma y sigue.

Por mil puntos y un pasaje al Intercriminal de La Reina: ¿quién se acuerda de la declaración de independencia de la incipiente (en ese entonces) República de Chile del 18 del 9 de 1810, por ahí por el 15 o 16 de septiembre?

Probablemente muy pocos. De hecho, digo "muy pocos", solamente para que nadie levante la ceja. Claro, entremedio de tanta boleta de supermercado y encargo de choripanes, no faltará el ex-estudiante aplicado, mateo
(de toro y zambrano, creo que era)
de corazón, que sí celebra lo que se dice que se celebra. Pero son los menos. Lo que nos lleva a otra pregunta: entonces ¿qué cuernos celebramos?

Que por fin tenemos tiempo para ver a los amigos. Que por fin vamos a descansar. Que por fin podemos darnos el espacio para una resaca como Dios manda. Que por fin vamos a tener tiempo, mi amor, para echarnos a regalonear, y no a descansar porque puta-la-semana-cansadora. ¿Saben? Creo que eso, por abstracto y ridículo que le pueda sonar a alguien, es precisamente el sentido de celebrar las famosas Fiestas Patrias. Tener unos cuantos días para ser chilenísimos, llamar a los amigos, comprar más carne de la necesaria, vivir del exceso y olvidarnos de que somos una nación con un simpático problema de hipoxia. O con un crónico problema de déficit atencional CON hiperactividad, si se ponen rigurosos.

Algunos cambios lingüísticos pertinentes:

-No diga empanada, diga embarrada (cosa de ver la cara de la dueña de casa cuando termina el asado);
-no diga chicha, diga shusha (ahí le ponen el apellido que quieran: "shusha que estoy estresado", "shusha que comí harto", "shusha que salió caro el supermercado wn' oh!!", etc.);
-diga cacho nomás, pero nada que ver con el cuerno que se usa para tomar chicha; sustituya por shusha en el cashito que me metí al ver la panza que creció en sólo cinco días;

He llegado a la conclusión de que eso, mis queridos radioescuchas, es chilenidad. Un montón de primates celebrando en plena ciudad tal como solía hacerse en el campo, añorándolo pero al mismo tiempo sin querer realmente estar ahí. La perfecta y tiernísima esquizofrenia de la nación pseudo-europea hija del arado y el cobre.

Más chilena que los porotos.