miércoles, junio 18, 2008

Tres micro-brotes

LA HERIDA

Lo más terrible no fue la visión de ella saliendo por la puerta del restaurant, mientras sacaba los pañuelos desechables. Lo más terrible no fue la cuenta, con el vino caro y los bocadillos de marisco afrodisíaco. Lo más terrible tampoco fue la reservación del hotel. Lo más terrible fue sentir la cajita aterciopelada en el bolsillo interior de mi vestón arrendado, comprendiendo que ya nunca llegaría a su destino.








LA FELICIDAD, JA-JA-JA-JAAAA

Tosió, se ahogó un segundo, y siguió riéndose. Abrió la mochila, buscó entre los cuadernos y sacó las gotas, mientras las carcajadas no lo dejaban apuntarle al ojo. Respiró hondo, jadeó un poco y se relajó. Qué manera de pasarlo bien, se dijo. Si tan sólo fuera de verdad.




AUTOSABOTAJE

Es tan linda. Le hablaría, pero no puedo. Llevo como diez paraderos pensando qué decirle. Pero no puedo. Maldita manía de tomar desayuno en la pega, maldito aliento mañanero que no sale con la pasta de dientes. Le hablaría, pero no puedo.

viernes, junio 06, 2008

Parabienes incorpóreos

Primero que nada, debo decir que hace mucho tiempo que no visito el laboratorio de la Isla Nublar. No deja de sorprenderme el hecho de percatarme que no tiene tanto que ver con el tiempo disponible, como yo había pensado. Ultimamente, me ha ocurrido que he tenido ganas de escribir, pero no sé qué. Es como si el desborde ha comenzado a ser menos. No sé cómo llamarlo. Felicidad, a ratos. Poca creatividad, en otros. A veces, sencillamente le llamo rutina. Pero nunca me satisface el apelativo. En fin.

Esta semana algo me ha parecido realmente blogueable. En realidad, fueron dos cosas. Una, es mi poco atendida cuenta de Facebook (que siempre miro, pero en la que no participo mucho, a decir verdad), y la otra es una cadena que me llegó hoy. Para los que ya están acostumbrados a mis viejazos trasnochados, aquí va un botón.

El mail era la cadena de los veintitantos. Okey, ya pasé los veintitodos (como decía Alex), pero igual me hizo sentido. La cadena decía verdades tales como

"te empiezas a dar cuenta que mientras algunos eran verdaderos amigos otros no eran tan especiales después de todo / te empiezas a dar cuenta de que (...) esos amigos que creías cercanos no son exactamente las mejores personas que has conocido, y que la gente con las que has perdido contacto resultan ser amigos de los más importantes para ti."

, entre otras cosas. El punto es que, con el tiempo, la lista de personas que uno quiere llamar el fin de semana va variando notablemente. Yo miro la mía, y a veces es "para qué diablos sigo guardando el número de este huevón" (falta de cojones), otras veces es "qué será de
xxxx" (la típica melanculiá etílica), y otras más resulta ser "por qué diablos le habré perdido la pista a xxxx" (las sorpresas de la vida, si ni siquiera éramos amigos).

Como decía Rubén, la vida te trae sorpresas.

Sorpresas te trae la vida.

Qué bueno saber de ustedes, chiquillos. Espero que esto sea más de un click. En honor al realismo, debo admitir (tristemente en algunos casos, en otros, no tanto) que probablemente se quede ahí, pero de todas formas, quiero dejar en constancia frente a toda la Internet que, como todo homo sapiens que trabaja de 9 a 6 (y a veces más) comprenderá, el corazón no siempre se refleja en la agenda. Los afectos verdaderos, para mí, no son los que la agenda mantiene cerca. Son aquellos que sobreviven a la agenda. Los que vuelves a ver mucho tiempo después, y te das cuenta de que siguen ahí, intactos. Esos son los que, a fin de cuentas, valen de verdad. Los que le dan sentido a todo esto. Mal que mal, y volviendo a citar la cadena esa, "la vida no se mide por las veces que respiras, sino por aquellos momentos que te dejan sin aliento".

Nos vemos en el asado. No sé cuándo, pero Dios sabe, nos veremos.

Hasta entonces.