miércoles, diciembre 20, 2006

Otra vez los sicronismos


Todavía me acuerdo de ese tipo que aparecía en la segunda parte de Matrix. El Merovingio. El tipo en cuestión decía que no existía el azar, que sólo existe la causa y el efecto. Pues bien, sin ánimo de sonar demasiado reduccionista, me declaro absoluta e insoslayablamente de acuerdo. La casualidad no existe.

Cresta, otro sabiondo más, dirán algunos.


Lo que pasa es que se acaba de ir un amigo. Fue uno de esos carretes que de carrete tienen poco y de psicoterapia, bastante. Claro, un par de vasos de destilado de cebada pueden tener alguna participación en el cuento, pero en fin. El cuento es que entremedio de toda la parafernalia tallística, las fotos viejas y los comentarios ácidos de actualidad, salió al ruedo algo que me dejó pensando. Lo que le hacen los años a uno. Nosotros estuvimos de acuerdo en que existe una cosa en común para los dos.

La vida lo refuta constantemente a uno. Yo, a mis 18 tiernos, alcohólicos e inocentes años, creía saber bastantes cosas. Ahora me miro en las fotos y me muero de la risa. "Pobre huevón, no teniai' idea", me digo. Lo mismo pasaba con mi compadre. Si hay algo que tenemos en común, es que con el pasar del tiempo la sensación de que la vida se rige por un mecanismo inmensamente superior a la propia comprensión, es cada vez mayor.

Esta es la parte del libreto en que ustedes se preguntan "qué diablos tomó este loco". Bueno, me explico. Hace unos cuantos días tenía que salir temprano de la casa. Harto que hacer. En fin, me arreglé, y estaba listo. Pero de alguna manera me sorprendí haciendo cualquier tontera, postergando mi salida sin razón alguna. Me enojé. "Yapo', pastel, qué te pasa". Lo más irritante es que eso me pasó varias veces; no había caso, me saboteaba la salida de mil formas. Hasta que llamó un amigo del que no sabía hace años, me preguntó cómo estaba, y aquí estoy, haciendo un trabajo (temporal, pero trabajo al fin y al cabo) que me encanta. Música y psicología en una sola tarea, genial.

Aquí viene la parte peliaguda. ¿Habré "sentido", de alguna forma, que algo tenía que pasar? Y si no, ¿qué fue lo que hizo que me resistiera a hacer algo que -oh, coincidencia- era incompatible con algo que yo necesitaba que ocurriera? ¿Cómo se explica?

Esto es lo que concluyo, una vez más. Las cosas tienen un propósito. Y respondemos a ese propósito. Y el hecho de que podamos (o no) comprenderlo, no tiene ninguna
repito, ninguna
relación con la existencia o no existencia de ese propósito. Existe, independiente de que podamos o no comprenderlo.

Fe en el pulento, le llaman algunos.
Humildad frente a lo inmenso, le llamo yo.

Salud.

1 comentario:

Anónimo dijo...

sí.. me quedo con la humildad ante lo inmenso.. comparto lo del propósito ulterior que puede sernos accesible o no.. y eso nada tiene que ver..