jueves, septiembre 22, 2005

Otto... otto mikro-kuenten, ya!!

Beatriz se sentó en la cama, sin saber si llorar de alegría o de soledad. Se sacó el jumper, se puso de perfil y se miró en el espejo de la puerta. Miró la foto del campamento del verano, pegada en un rincón, y la eterna sonrisa rosada de Ludwing, el de las pecas. "Nunca lo sabrás", dijo en silencio, con una sonrisa triste. Cerró los ojos y sintió el latido de su propio corazón.

Y el de otro también, mucho más leve pero mucho más vital.

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