jueves, marzo 01, 2007

Réplicas, pero de las otras

No hay como un buen round para comenzar marzo como corresponde. Bueno, en realidad, creo que no va a ser un round con todas las de la ley. Una, porque el aikido no me lo permite, y otra, porque mi contrincante no tiene los cojones para presentarse. Así que mejor voy a ponerme a pensar, qué más puedo hacer. Como decía el viejo de campo, "puta, pa' qué voy a llorar pue', mejor me río".

Al que no sepa de qué estoy hablando, fácil. Cosa de darse vuelta por los comentarios de mi entrada anterior. Cosa de leer y comenzar a reír. O eso, o comenzar a llorar. Pobrecito.

Me quedé pensando. Claro, mi primer impulso fue responder alguna suerte de puteada bien nutrida, al estilo del personaje de "Sexo con amor". Luego vino la tentación de suprimir el comentario. Por mala leche. Pero no. Mejor lo dejo. Atestigüen, cibernautas, lo que puede hacer la envidia y el resentimiento en algunas personas. La imposibilidad de tolerar la luz en otro. La incapacidad más absoluta de poder bancarse la idea de que el de al lado sea más feliz.

De hecho, es un fenómeno bastante triste. Ocurre que todas las personas vivimos con el deseo de alcanzar la felicidad, independiente de qué es lo que esa palabra significa para cada uno. Lamentablemente, para algunos la felicidad depende de alcanzar algo que no está al alcance. Por ejemplo, un tipo que cree que va a ser feliz si es millonario, pero resulta que es negado para los negocios. O un tipo que quiere ser querido por todos, cuando eso es prácticamente imposible. Ese tipo de deseo lo termina carcomiendo, si no lo controla. Y pasan cosas como esta. Un pobre y triste infeliz que ocupa su tiempo y su energía, no en buscar su propia felicidad, sino en tratar con todas sus ganas de bajar al de al lado, en tratar a toda costa de eliminar la felicidad del otro. Qué quieren que les diga: triste. Amargo. Esa es tu firma, Sincojones. Amargo amargo amargo.

Y ahí es donde viene la paradoja por antonomasia. Yo sigo aquí, trabajando, componiendo, escribiendo, querido por mis amigos y amado por mi mujer. Y él seguirá por ahí, escribiendo donde sea que pueda
púdrete púdrete púdrete
cuando en realidad el único que se pudre es él. Qué lata. En vez de celebrar la libertad de otros, en vez de contagiarse con las ganas de vivir de otros, trata ilusamente de tarjar lo intarjable. Amargo amargo amargo, Sincojones. Amargo amargo amargo. Yo crezco, tú te encoges. Atina.

Y así con la cosa. No te censuré, prefiero que veas el inexistente éxito que tuvo tu bravata de cuarta categoría. Es más, déjame tomarme un minuto de sarcasmo. Te cuento que soy psicólogo, así que eres bienvenido si quieres mostrar la hilacha nuevamente. Uno de estos días nos juntamos con mis amigos colegas y te estudiamos. Eres un caso de libro. Amargo amargo amargo.

Y yo aquí, muerto de la risa.

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